lunes, 22 de septiembre de 2014

UN CUENTO PARA ANTES DE IR A DORMIR

La habitación huele a vainilla y  canela, a los pies de la cama mil cuentos, debajo, todos los peluches de Lluna…
En ella me encuentro cada mañana al despertarla, en la dulzura de la miel de sus ojos, en el color del pétalo de orquídea que ofrece vida  a sus labios,  en los mofletes sonrosados como esponjas, en sus brazos, siempre ofreciendo calor, cuando los siento colgados de mi cuello, en sus diminutas orejas tan perfectas, en sus manos inquietas, siempre buscando las mías para saltar de la cama con la intención de ir en busca de la alegría que emana la vida y a los tres años se vive como en un cuento de princesas vestidas de luz de luna.
En el mundo de Lluna no habitan monstruos ni malvados, está lleno de palomitas de maíz constantemente alborotadas, cubierto de la ternura de aquel día que llegó al mundo, decorado con las risas que llenan cada rincón por el que  ella camina y en su interior hay litros de agua de mar, gramos de tierra fértil y metros cuadrados de lugares donde esconderte de la tempestad.
Le gusta meterse en el agua salada hasta los tobillos y retar a las olas convertida en sirena, es capaz de conquistar un océano entero y de pescar un resfriado porque usa sus zapatos como cama para sus ratones  de peluche y las muñecas.
Cuando se sienta en la mesa decorada con el el mantel de vichí rojo y blanco, los vasos de cristal que todavía sobreviven a sus juegos y los cubiertos con los que dibuja caminos en el suelo del salón, en su rincón favorito, frente al fuego dorado que tanto le gusta observar, es entonces cuando comienza la parte del día triste para Lluna, en ese momento, lleva una espada y un escudo para empezar la lucha que cada día se libra en la cocina, es inteligente, pues, se esconde su deliciosa sonrisa para sacar de los bolsillos de su vestido un llanto a cambio de marcharse a jugar, pero siempre sale derrotada por alguna sopa, un muslo de pollo o algún pescado a la plancha y a cambio saborea el arroz con leche rociado con canela que tanto le gusta.
Cada noche antes de dormir sale al jardín en mi busca, al abrir la puerta de la casa, la imagino con esa sonrisa pícara, pensando en asustarme y entonces sonrío a sus travesuras celestiales, la quiero más y hace que retroceda al tiempo de mi niñez y recuerde en ella, todo lo feliz que fui. Escucho el crujir del cesped fresco bajo sus pequeños pies y de repente, el calor de sus manos sobre mis párpados con esa pregunta y esa locura de saber si lograré responderla una vez más. Después de festejar la respuesta correcta se abraza a mi cintura, me pide que la bese y la meta a bucear en la bañera junto con todos sus juguetes. Cuando llegamos al baño, al abrir el grifo mete las manos debajo, me mira y sonríe porque sabe que la voy a reñir; le gusta sacar el tapón para ver el torbellino que se forma en el desagüe y es el único momento que se quita sus gafas de bucear para no perderse detalle.
Al salir del agua dulce y jabonosa, le gusta mirarse en el espejo, encima del taburete, hace muecas, se dibuja el contorno de sus labios con su dedo índice, se tira del flequillo mojado y lo que más le gusta es que le ponga su colonia favorita vaporizada sobre su peine en forma de sandía para olerlo, después.
Mientras tanto yo estoy en la cocina preparando un delicioso batido de chocolate para ella, me pide que le cante muy fuerte una canción que aprendió de mi madre, que habla de un ratón que pescaba peces de colores con un cazamariposas, sólo para acariciarlos y luego los dejaba de nuevo nadar en el mar.
Cuando subo a robarle la toalla que envuelve su pelo, se esconde detrás de la puerta y llora porque sabe que la voy a peinar, yo la dejo y decido entrar en la habitación de Lluna a abrir su cama de princesa.
  Ella deja de llorar y trae el peine entre sus manos,se asoma descalza por la puerta  llevando a un oso de peluche rozando el suelo cogido de la oreja, me mira y sonríe porque sabe que no lleva nada en los pies y hasta que no salgo corriendo tras ella, sigue apoyada en el marco de la puerta contando del uno al dos. Al llegar, de nuevo, a la fábrica de los sueños donde se cumplen los deseos, su habitación, me espera debajo de la cama y muerde mi pie hasta hacer que caiga derrotada por sus cosquillas, entonces subimos a dar saltos a ver quien toca el techo y Neho sale por los aires, ella se ríe con sonrisa malvada un instante al ver que el osito cayó  y no se rompió nada, sigue saltando a mi lado con las manos levantadas, de vez en cuando me tira del pelo y me pisa los pies. De repente para, se acaricia el pelo, me mira y me pide que vaya con ella a contarle un cuento, uno para antes de irse a dormir, la abrazo le digo que la amo, y mis palabras vuelan por el aire hasta que ella las abraza, cierra sus ojos y empieza  a soñar

Mayte Pérez (  03/10/2013 El sabor de la cáscara de avellana molida)




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