Una de las grandes herramientas que tiene el ser humano,
para poder comunicarse, es el lenguaje, lo que le hace distinto, además, de otras especies.
Esta tarde, mientras conducía de vuelta a casa, después de
tener la gran suerte de haber compartido un puñado de horas, que bien sabe mi
alma, que fueron de tal peso, que me anclaron al presente, no dejaba de pensar
en cómo algo tan sencillo, necesario, que suena tan bien, que se emplea para
dar consejos, para entablar relaciones, para enseñar, para indicar, para antes
de dormir, para saludar, para amar, para expresar aquello que sentimos, pero
aquello que sentimos de corazón, que une a las personas, incluso en la
distancia, sí, en la distancia, el lenguaje. Cómo se convierte en un arma de
doble filo, y sin entrar detalles, tampoco me detengo en el lenguaje cuando se
emplea para ofender, lo hago en aquellas palabras que no se dicen, por esconder,
o en aquellas otras que se dicen con el fin de dar forma a una mentira. Cuando
era niña, una de las cosas que me enseñó mi abuela, fue a no mentir, según
decía cuando lo hacemos, dejamos el camino que nos hemos marcado, para
convertirnos en otros que no somos realmente. Es curioso que de pequeños todos
hemos mentido alguna vez, por evitar un azote, por defender a alguien, y hemos
mentido, incluso teniendo sobre los hombros ese consejo que tantas y tantas
veces nos repetían. Y ahora, me pregunto por qué de mayores, seguimos mintiendo, o callando, mintiendo de forma
pasiva, si ya no hay quién nos diga, quien nos castigue, quien nos de un azote…
Pues al abrir la puerta de la verja de mi casa, he llegado a
la sencilla conclusión de que mi abuela tenía razón en aquello de “Mentir es de
cobardes” por aquello de que el ser humano no se atreve a decir la verdad, pues
desde mi punto de vista “Mentir es también de egoístas” por aquello de que a
veces por no perder un bien, somos
capaces de mentir, y sin embargo perdemos de vista que el sol cuando sale, se
cuela por todos los agujeros, por diminutos que sean y la mentira es tan
grande, que es muy fácil encontrarla, si en realidad no la buscas, es la vida
quien te la ofrece para darte una verdad, que alguien escondió, por no
atreverse, o no dijo, por no perder.
Mayte Pérez (Cuando el pez murió por la boca)