lunes, 28 de diciembre de 2015

LATIDOS BAJO EL CIELO

Acuna la noche  estrellada
el sueño de un ángel de piel y hueso
que sobre un nenúfar escribe un relato,
y bajo el crepúsculo aquieta su corazón
con la escarcha de los recuerdos
para abrigarse del frío al pisar descalzo.

Sus suspiros alcanzan al fluir del río,
sus ilusiones a los pasos de un niño la noche de reyes,
sus súplicas llueven sobre su espalda
envueltas en dulce papel que esperan caer
entre el calor de las manos que tejen historias
paralelas al centro de la tierra y al infinito espacio.

No deja de mirar a las puertas de Larache
y colgado de las nubes se columpia hasta caer rendido
sobre la espuma de la tarde cuando el sol se pinta más intenso
y se cazan mariposas que escapan de un desierto emocional
convertidas en caricias al azar para perder el sentido.

Para continuar despierto inventa presentes salados
que sin saber,
van a parar al mar a manos de una sirena con pies de plomo
que construye sólidos recreos y sendas perfumadas
donde se eleva el alma hasta la gloria,
donde cuerpo y mente se expresan verdaderos
y se llega hasta el propio y profundo interior.

Puede dejar pasar las etapas de un día entero
mezcladas entre el vapor de sus telas para después,
echarlas a volar hasta orillas de la playa
y ver que se funden como el queso curado
en contacto con el calor del filo de una navaja
con la que cortar un lastre que pesa más de mil años
y no deja que las aguas del río se vuelvan tan vivas
como lo estuvo su ser en aras de un delicioso sueño
que siempre le espera bajo el colchón de muelles,
sobre la esponjosa almohada a quien cuenta
el sitio donde, tarde o temprano le gustaría llegar.

No deja que la locura le haga cosquillas
ni se asome el vértigo al balcón de su mirada
por miedo a volverse a mirar en el espejo
que le lanzaba de vuelta el tiempo en que se es feliz
se ama con las manos abiertas
y se acuesta la esperanza rodeada de dichosa realidad.


Mayte Pérez (A tus silenciosos latidos, quiero)











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