“¡Eh, despierta! no todo fue un sueño, pero derrotaste al
dragón de color rosa que aquella mañana te pareció tan inmenso y tan malvado”
Uno de los peores días de su vida en que recibió una
noticia, que según ella, en aquel instante, tan convencida dijo que no era cosa
suya, que era todo una equivocación; se propuso levantar la barbilla, echar los
hombros hacia atrás y seguir su camino sin importarle nada.
Al llegar a la estación del tren le pareció que la vida se
le iba entera sobre los raíles, al recordar un sueño que tuvo en el que aparecía la caseta donde se expendían
los billetes, en un contexto alejado del año en que estaba.
Sus propios pensamientos querían huir hacia rincones de
azúcar, poder alejarse de un mar artificial salado y algo dentro de su cuerpo
formaba una barrera que los hacía rebotar y apretar sus pulmones tan fuerte que
pensó en llamar al Ángel de su Guarda, cuando fue a abrir la puerta para bajar
del tren, se dio cuenta de que estaba en marcha y reaccionó, tarde pero a
tiempo.
Subió a hombros de un gigante y se escucharon sus rezos
hasta en el mismo centro de la tierra, le pareció que el sol de agosto le caía, que el mundo era tan
pequeño como un par de pupilas sorprendidas por la luz que ciega.
Empezó a contar y al llegar al número 40, secó las lágrimas
redondas que le llegaban a los tobillos y le hizo una promesa a quien le recordaba
al gran poeta, aquel que no conoció más
que en sueños y sin embargo sabía tanto de su vida.
Abrió todas las puertas y ventanas de su casa, guardó las
cortinas en el armario en el que tantas veces se escondió, cogió todos los
perfumes que decoraban el mueble de su habitación y los derramó sobre las
paredes y al atardecer, se fue a la playa a lanzar una botella con un mensaje
en su interior, por si alguien lo leía y al hacerlo comprendía su súplica.
Todas las noches mediterráneas antes de dormir, comenzaban
en el mismo punto de partida hasta terminar al alba en brazos de un plácido
sueño, al que ahuyentaba un resplandor que entraba por la ventana. Aquella
noche fue eterna, se ahogaba en un respiro, subió y bajo mil veces los peldaños
de las escaleras, otras mil más volvió a hacerlo contándolos, pero sin llorar.
Se sentía valiente pero confusa, sentía que su cuerpo no le pertenecía, sus
sensaciones de ahogo le entorpecían y no quería hacer ruido por no despertar a
los fantasmas que volaban sobre su cabeza otra vez.
Fueron varias las noches sin descansar su alma, los días
bajo la presión de dejarse llevar hacia un lugar donde más que ganar, se perdía
todo, pero en el fondo del lago que imaginaba a orillas de sus pies, se leían
siempre sus palabras, sus esperanzas, sus planes, sus locuras de seguir
levantando esa nueva vida en forma de círculo, con ayuda de los ladrillos
sólidos que se cocían a fuego lento, despacio.
De vez en cuando se perdía por desiertos desolados de harina de maíz y se encontraba siempre rodeada de seres humanos con los que abrigarse del frío, con los que seguir latiendo, a los que agarrarse tan fuerte como a un sueño a punto de convertirse en realidad…..
https://youtu.be/gNS1jTQOnCs
De vez en cuando se perdía por desiertos desolados de harina de maíz y se encontraba siempre rodeada de seres humanos con los que abrigarse del frío, con los que seguir latiendo, a los que agarrarse tan fuerte como a un sueño a punto de convertirse en realidad…..
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