"LA PRINCESA Y LA SOMBRA DEL TRAIDOR" (20/09/2012)
13 de junio de 2012 a la(s) 19:30
Un día amaneció aventurando que tu alma y la mía se iban a
contar historias de princesas de boca de fresa y personajes traidores,
investigadores de cuerpos y descubridores del color del papel del que están
hechos los sueños.
Como al caer la tarde, se sentía la espera en el corazón de
una princesa, una y mil veces, se aburría de la riqueza a sus pies del castillo
y todos sus componentes, decidía de qué vestido cubrirse toda aquella esperanza
que tanto contenía y hoy iba a optar de la forma correcta, de la perfección,
tal como el contorno de sus labios y la pureza de la transparencia de un mar
callado que mece y acuna al ansioso latir del corazón partido.
Cuando a la amplitud
de la noche teñida de azul marino, se la
apareció la luna, salió de la torre que la guardaba, cubierta del color de la
tentación y perfumada de la sensación de la curiosidad, era como el que espera
un regalo de cumpleaños, la falta de un cariño a punto de acariciarse.
Se advertía su silueta entre las hojas de los árboles que
vestían al bosque de los caminos, su agitada respiración, el crujir de sus pasos sin calzado, llenaban el vacío
silencioso de aquel lugar del sabor de la paz.
Tenía prisa constante de llegar a atrapar la sombra de un
traidor, de un cazador de sueños, de aquel que tantas veces le arrancó una
sonrisa y más de una vez la subió hasta donde se abre una grieta en el cielo,
para después sentarse a mirar cuanto de pequeño puede ser el mundo, cuando lo
ven una princesa y un traidor desde el
espacio que no se ve a la luz del día ni en la oscuridad de cuando brillan
estrellas.
Le pareció un largo camino, a pesar de sus pasos
instantáneos parecía no llegar a su destino, no había minuto fijado, es más
ella sabía que en el momento de su llegada todo un cambio daría comienzo, de
repente paró al sentir que alguien tiró del final de la prenda que le cubría,
le daba miedo volver a mirar de donde había venido, el corazón le abrió camino
para que se dejase llevar, volverse, se volvió, pero muy despacito.
Imaginaba presente tras de ella la sombra imaginada, pero
observó la ausencia al ver que era aquello que la atrapaba y no la dejaba
seguir, buscó entre las hojas mortecinas caladas del sudor de la copa de los
árboles y se encontró con que la pesada piedra del miedo había rasgado la
transparencia de la tela de la tentación y los hilos ligeros como la pluma se
enredaban entre las redes de la duda.
Nada de aquello detuvo su destino y de haber habido más
impedimentos, no hubiesen sido suficientes para llevarla de vuelta al lugar del
que salió perdida en busca de su destino escrito en alguna parte, en algún
trocito de cielo. Tiró de aquella piedra y dejó la mitad de la prenda a cambio
de seguir en busca de su intención.
Después de un largo tramo perdida, se sentó a descansar con
la alegría de que tarde o temprano encontraría refugio al que llegar, aquel que
no se construye de piedras, aquel del que nunca desearías marcharte y hubieses
deseado haber llegado miles de años antes de haber nacido.
A lo lejos se escuchaba al susurro del río, sonrió al
destino por estar a punto de alcanzar sueños imaginarios que poder morder y
probar, al llegar a orillas no pudo evitar
entrar sus pies en el agua y cuál sería su sorpresa al notar el
peso de la calidez de cinco yemas y luego cinco más que se llegaron a quedar en
mitad de su espalda.
No daba crédito a aquella sorprendente sensación, respiraba
despacio para no romper el encanto del
momento, sonreía, sonrisa ciega que ocupaba todo un mundo entero por el que
perderse, de las manos que rozaban el contorno de su espalda.
En el momento en que se dejó caer en brazos de la confianza,
algo tiró de sus pies hasta el fondo del río, fue como un torbellino repentino
que la hacía hundirse sin alternativa a salir de nuevo en busca de un último
aliento de vida que poseer.
Sintió que sus manos se entrelazaban con algo que la detenía
y la empujaba a respirar de nuevo, se vio mirando al infinito tumbada sobre una
roca y preguntándose cómo habría llegado hasta allí siendo presa de aquel
momento de angustia que auguraba el final de su imaginación y del fluir de la
sangre que llenaba sus espacios.
Al levantarse lo vio a su lado, él estaba sentado con sus
brazos abrazando a sus rodillas, no hacía más que mirarla y sonreía por tenerla
tan cerca, por tener el perfil del sabor de la fresa.
Ella no supo qué decir, era como haber perdido las palabras
en el río mientras aquello tan cruel tiraba de sus pies, así que sonrió, se
sentó a su lado, apoyó la cabeza sobre su hombro, se cubrió los ojos de fantasmas
e imaginó que …
“Erase una vez un mundo de los dos por el que andar
descalzos, entre la picardía de la sonrisa, la locura de llevar una princesa,
la prenda prestada, perfumada, ansiada, de un traidor y el soplo de un deseo en
común que está más cerca que la intención de emprender un paso…Todo lo que tú
quieras a partir de creer, todo en lo que creas, te defiende de las garras de
la duda…”
Mayte Pérez (Principio)
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