sábado, 3 de enero de 2015


Incluso ahora,
que di la espalda a mis pecados,
sigues dejando caer sobre mi alma,
las deudas que tengo pendiente contigo.

Que de tu boca salgan antojos terrenales,
que como fiel seguidor de tus instintos,
seré yo quien haga que tengas sobre tu pecho
a aquellos sueños que una vez me pediste al oído.

Que dibujes sobre el polvo que cubre mi cama,
desde que no estás conmigo,
todo aquello que esperas,
bajaré hasta el centro de la tierra
en busca de telas de seda que te protejan
de volver a querer salir hacia otros desiertos donde perderte sin mí.

Que de tantas noches que pasé contigo,
no encuentro lugar en el que estés,
no siento tu esencia,
ni tan siquiera cuando estoy con la sombra que finge ser tus caderas,
no hay sitio donde respirar si no siento la brisa
de tus pestañas cercana a mi cuello.

Que si decides salir a mi encuentro, poetisa perdida
jugaré hasta el final y dejaré que duermas
sobre cada página en blanco,
para que estando a mi lado,
vuelvas a escribir nuestro destino,
utilices mi alma y la puedas vender,
para comprar aquello que no supe darte,
porque no existe nadie que se anticipe a todo lo que tú eres,
porque eres aquel lugar preferido donde un sediento quiere llegar
y recrearse entre tanta dulzura como un instante en que probé de tu piel
y ya no quise buscar más ventanas,
 ni más puertas que conducen a caminos alternativos

Porque desde que te encontré nunca supe cuánto te quise,
hasta que saliste de mis fronteras para volverte sólida y permeable a mis ruegos de mendigo.


(Anómino)

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