viernes, 24 de octubre de 2014

DELICIA
Por abrigarme con el calor de tu piel
cuando me invadía el frío hostil imaginario,
por las largas noches en las que me rescatabas
de dentro del armario,
por dejarme un sitio
entre las sábanas de tu perdida cama.
Por poner nombre a cada una de las calles
por las que descalza,
 paseaba en tu busca
por robarle agua a la tempestad
y bautizarnos con ella,
por amansar tanto temblor,
apropiado de mi instintos,
por arrancarle a la vida esperanzas
y traerlas convertidas en dulces
que acariciaban mi paladar.
Por tus impertinentes reproches
de convertirme en princesa,
por ofrecerme un inmenso castillo
en el que perderme en juegos
y en detalles que enriquecían cada instante
atada al cinturón de tus caderas.
Por las lecciones de tus largas ausencias,
en las que me imaginaba perderte
y volver a encontrarte con una sonrisa
escondida en una de las mangas
 de aquella camisa
que me vestía al amanecer.
Por dejar que caminase
entre las palmas de tus manos,
por dejarte enredar por mis encantos
y caer juntos envueltos en risas,
para terminar contando las penas
a la sombra de la hoja del sabio roble.
Cada parte de mí
esconde el calor de un suspiro
que nadie mejor que tú,
me sabe arrancar del alma
y eres tan dueño de cada poro de mi piel
como los son las horas del día,
el majestuoso cielo de las voladizas nubes,
los pasos del largo camino.

Si pudiese elegir entre tú y tus locuras,
 me pinto de azul,
me baño a la luz de la luna,
abrazo tu cuerpo
y emprendo camino a la gloria,
que mejor,
 locura que cadenas de realidad,
 mejor,
 inquietudes que sentarse a recordar...

Mayte Pérez


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